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Pues yo si, ¡Y muy harto!

Cuando hablamos de intensos emocionales... Me refiero a esa cepa de personas que lloran con la música, con una película, cuando ven a una pareja de ancianos tomados de la mano, se emocionan de los abrazos, se identifican en las peleas e intentan rescatar amistades. También hablo de esas personas que parecen sentirlo todo mucho más que los demás y que al verse juzgados, malmirados o inadecuados, deciden que deben protegerse para no parecer unos lunáticos, que van por la vida con el corazón en la mano o con el llanto a punto de estallarles.

En ocasiones la única forma de tener relaciones de buena calidad, es aceptarnos como somos y ser capaces de dejar a un lado la forma selectiva con las personas, tener a tu lado gente sin miedo al que dirán, nuestras defensas son distintas y por ello no a todos les damos la misma confianza. No con todos, no con cualquiera, no en algunas circunstancias. Pero elegir un grupo por pequeño que sea, con la que podemos ser nosotros mismos, es genial, porque nos adaptamos; ser esos intensos que disfrutan, sufrir la vida y saber que así nos amarán quienes verdaderamente nos quieran.

Y la otra forma de poder estar bien, por dentro y hacia afuera, es aprender a monitorear cada vez mejor lo que sentimos. Empezar a preguntarnos y volverlo una costumbre: ¿Cómo nos sentimos en cada situación, qué hemos dejado de decir, que nos gustaría experimentar, sentir, hablar?. Validarnos profundamente lo que sentimos, no descalificarnos. No priorizar lo que los demás pensarán de nosotros sino lo que estamos sintiendo, nada más por que la sociedad o unos cuantos no lo hagan no quiere decir que ese es un limite.

Hemos dado un lugar privilegiado a nuestra capacidad de pensar, que es sin duda una belleza y una brújula indispensable. Pero es imposible vivir una vida digna de ser vivida si no incorporamos el poder y el valor de nuestros sentimientos. Deberíamos confiar más en lo que sentimos, deberíamos ser más auténticos para poder decir: "Esto sí me gusta, esto no, me hace sentir mal, ya no quiero seguir haciéndolo".

Sé que se escribe más fácil de lo que se puede hacer. Sé que vivimos en un mundo de jerarquías y estructuras rígidas. Y en la era del juicio normalizador que siempre está preguntando: ¿Es normal lo que esta persona hace, piensa o dice? Pero deberíamos intentarlo. Ser nosotros, sentirnos orgullosos de lo que sentimos, aprender a comunicarnos con nuestro interior y desarrollar la capacidad de decirles a los que nos importan, quiénes somos, qué nos emociona, qué nos duele, qué anhelamos. Y saber que no estaremos solos. Quien nos ama, estará ahí, para escucharnos, para comprendernos y quizá para emocionarse también junto con nosotros. Eso, quizá y en pocas palabras, es el amor. La capacidad de sentir la vibración con lo que emociona a los que amamos. A practicar, porque nadie nace sabiéndolo todo, somos aprendizaje y acciones.