El egoísmo no se limita a la posesión de objetos materiales, sino que se extiende al poder que tengo sobre mí mismo y sobre mi vida. Si mi vida es mi propiedad, entonces tengo el derecho de hacer con ella lo que me plazca. Si soy el dueño y maestro de mi propio ser, nadie más tiene el derecho de intervenir en mis decisiones.
Tengo el poder de hacer con mi vida lo que me plazca, y es mi derecho y deber como individuo afirmar mi egoísmo y autonomía frente a cualquier autoridad o poder que intente oprimirme.El egoísmo, por tanto, es la afirmación de mi poder y propiedad sobre todas las cosas, incluyéndome a mí mismo. Soy el dueño y maestro de mi propio ser.
Nadie más tiene el derecho de intervenir en mis situaciones. El egoísmo no es egoísmo simple, si el yo no es su propiedad, sino un mero instrumento. Si el yo no es más que un instrumento, entonces todo lo que haga no es más que una acción, y todo lo que padezca no es más que un padecimiento. El egoísmo no es más que una palabra sin significado si el yo no es más que un instrumento, considerado juguete del destino.