Casas de paja ríen en la rústica plaza que ameniza la sombra de un pich descomunal; la vacada deambula, pastando con cachaza, y en la manga es halago verdeante ramonal. La noria abuela nutre la huerta que rebasa con frondas lisonjeras la casa principal, y en un añoso roble la equis kokita repasa, pidiendo lluvia al cielo, su rondel matinal. Debajo los laureles dejamos los bolanes; gozamos de la sombra de rojos flamboyanes que al crecer junto al ripio le han formado un dosel y para ver de cerca tareas y trajines, presurosos montamos corceles, rocines y en presta cabalgata llegamos al plantel.